En El Mundo Sin Nosotros (2007), Alan Weisman investiga una conjetura. ¿Cómo sería el planeta si, de un día para otro, de repente la humanidad desapareciera? Quedan todas nuestras obras e influencias, mascotas, contaminación, vialidades, construcciones de todo tipo, residuos desde el plástico hasta las basura nuclear, pero ni un solo hombre. En el libro no habla de cómo nos extinguiríamos, sino de cómo se repondría el planeta una vez desaparecido el hombre.
Y para sacar conclusiones Weisman investiga y entrevista a ingenieros, arquitectos, paleontólogos, biólogos de diversas especialidades para reconstruir un momento que no podríamos nosotros conocer de primera mano.
Los ingenieros trabajan cada día para mantener a raya la fuerza de la naturaleza en las ciudades, para que los edificios no se dañen, los metros avancen, las aguas no suban. En el capítulo 3, presenta a detalle, el escenario de la de-construcción de Nueva York sin humanos.
Nos habla de algunos daños que se revertirían pronto y otros que tardarían mucho tiempo. Varias veces subraya las tristes consecuencias de la locura arbitraria humana. Un ejemplo es el muro de la guerra fría que ahora marca el límite entre la Unión Europea y el area de influencia de la Federación Rusa. Entre Polonia y Bielorrusia, ese muro, separa dos parques nacionales que abarcan el mismo ecosistema de la Bialowieza Puszcza (ortografía polaca) el último pedazo de bosque antiguo en toda Europa, y el único lugar donde sobreviven los últimos 600 bisontes europeos silvestres. Pero esta población pequeña está separada por el muro. Aunque los lobos logran socavar el muro, y se dice que los venados lo brincan, los bisontes no pueden hacer eso, así que, aunque desaparezca el hombre, ese muro seguirá separando esas últimas dos poblaciones que quizá no tengan la variabilidad genética para subsistir si no se pueden volver a encontrar. Los animales más pequeños (aves, ardillas, insectos) no se ven afectados por el muro y, aunque el bosque comenzara a extenderse por Europa al desaparecer el hombre, el bisonte quizá no pueda superar los daños que le ha hecho el hombre al dejarlo encerrado entre los muros de la estupidez humana.
Weisman nos habla de la influencia del hombre en extinciones previas (Capítulos 5 y 6). Es una hipótesis, pero desaparecieron 70 géneros de mamíferos grandes (megafauna) en América en los mil años que llegaron los primeros humanos al continente. ¿Coincidencia o causa directa? Paul Martin, un paleontólogo entrevistado por Weisman dice, “Si no hubiera evolucionado el Homo sapiens, Norteamérica tendría tres veces más animales de más de una tonelada que África. En Africa hay hipopotamos, elefantes, jirafas, dos rinocerontes. Nosotros tendríamos 15. Más si contáramos Sudamérica.” El argumento de Weisman y Martin postula que la megafauna de África evolucionó con nosotros y por tanto está mejor adaptada al hombre moderno en los últimos milenios que la megafauna de otros continentes.
«Es bastante sencillo. Cuando el hombre salió de Africa y Asia y llegó a otras partes del mundo, se soltaron todas las fieras del infierno.»
(Paul Martin)
Alguna megafauna subsistió hasta tiempos más recientes en varias islas donde el hombre tardó en llegar, pero a un siglo de la llegada del hombre, esas últimas especies habían desaparecido. Los perezosos gigantes subsistieron en las Antillas Mayores (Cuba, Jamaica, Haití y Rep. Dominicana y Puerto Rico) hasta hace 8 mil años (5 mil años más que en otras partes de América). Todas las especies de moa en las islas de Nueva Zelanda desaparecieron hace 500 años con la llegada del hombre; eran unos pájaros que no volaban, como el avestruz, y las había del tamaño de un gallo hasta de 3m de altura.
Este libro resulta un relato esperanzador y deprimente en partes iguales.
Esperanzador porque da cuenta de la fuerza de los ciclos del planeta. Por más que hagamos daño, el planeta seguirá su curso. Nos acabaremos tarde o temprano nosotros, pero la fauna y la flora se repondrá, los flujos y sistemas del planeta se re-establecerán, con nuevas o viejas especies, incorporando las huellas (contaminantes) que hayamos dejado, y las demás especies se reacomodarán. En realidad, aunque provoquemos extinciones irreversibles, los más perjudicados seremos sólo nosotros…
Sin embargo, no deja de ser deprimente para mi, como ser humana, saber que el hombre ya ha provocado en todo el mundo extinciones masivas desde hace 40 mil años atrás, desde que somos Homo sapiens. ¿Hay algo en nosotros que nos hace inevitablemente dañinos? Weisman dice que ya nos hemos vuelto una «fuerza geológica», como ninguna otra especie: la contaminación y la contribución masiva de CO2 al medio ambiente que ha cambiado el clima, dejarán un huella permanente en el registro geológico. El paleoecólogo, Paul Martin, habla de una especie con un «instinto asesino», pero aun más peligroso: un «instinto adquisitivo», incapaz de darse cuenta de cuándo detenerse, hasta dañar y acabar con algo que le es una necesidad básica.
¿Será la misma característica «adquisitiva» la que nos hizo acabar con la megafauna americana y que nos hace tan propensos al sobre-consumo de todo que caracteriza las primeras décadas del siglo 21?
Una respuesta a «Reseña: el mundo sin nosotros»
Gracias Dora, por esta reseña. Tratare de conseguir el libro en castellano y compartirlo en un taller de lectura