Desde que iniciamos el Tianguis Bosque de Agua / CDMX, tanto productores como organizadores nos hemos hecho cada día más conscientes de lo importante que es corresponder a la confianza de las personas que eligen los productos de nuestro mercado. Arrancamos en 2013 con un camino que ya se había andado con el primer Tianguis Bosque de Agua en Metepec, hacía más de 7 años: la Certificación Participativa.
La Certificación Participativa
A diferencia de una certificación de agencia (es decir, aquella emitida por una empresa certificadora), la Certificación Participativa tiene un origen social. Una comunidad de productores y consumidores, acompañados de técnicos o académicos, conforman un comité que visita las parcelas de cada productor para verificar que sus prácticas sean orgánicas. Además de ser un mecanismo para avalar el origen y calidad de los productos, es un proceso de aprendizaje entre los participantes. Aunque las prácticas tengan algunas deficiencias, no implica que el productor tenga que quedar fuera del mercado, sino que se acompaña su trabajo con la finalidad de que vayan mejorando sus procesos. Se trata de un esquema mucho más horizontal, porque más allá de la emisión de un certificado, el objetivo principal es el crecimiento y mejoramiento de las prácticas en las parcelas y talleres. Es un proceso que no tiene costo para el productor, pues pretende abatir la barrera de los elevados costos de las certificaciones de agencia, que generalmente son inaccesibles para un pequeño productor.
Las visitas a los centros de producción son experiencias maravillosas, llenas de aprendizaje y conexión con la vida en el campo. Es un proceso que en nuestro Tianguis se ha realizado hasta ahora con el trabajo voluntario de productores y consumidores que invierten uno o varios días en visitar a un productor. El método es sin duda valioso, y anima a valorar el trabajo y fomenta el compromiso con la comunidad del Tianguis.
Sin embargo, es un proceso que involucra muchas horas para recabar y procesar la información, elaborar reportes, reunir al comité, discutir las recomendaciones, elaborar certificados. También requiere dar seguimiento a los avances, repetir las visitas con cierta periodicidad, corroborar con los productos que se ofrecen en el mercado. Así con cada productor del mercado, durante todo el año.
A veces desde nuestra visión práctica, existe la tentación de solucionarlo contratando a alguien muy eficiente que organice y sistematice toda la información, dé seguimiento, vigile y se haga responsable, como en cualquier trabajo remunerado. En lugar de invertir tiempo, se invertiría dinero. Y frecuentemente nos descubrimos considerando esta posibilidad, con el deseo de facilitarnos el trabajo y ahorrarnos la dificultad de organizar, consensar y poner a tantas personas de acuerdo.
Pero siempre acabamos recordando un rasgo importante de la Certificación Participativa: se trata de un proceso en construcción. En la medida en que avanzamos nos encontramos con experiencias que nos hacen repensar el método, definir lineamientos ante nuevas situaciones, experimentar, equivocarnos, reflexionar, resolver desacuerdos, hacernos conscientes de nuestros límites, seguir apostando por la transparencia y por la promoción de la producción orgánica… todo esto desde una visión de grupo y de trabajo colectivo.
Tampoco significa que no se deban inyectar recursos a este esfuerzo. De hecho los recursos económicos son necesarios, pues siempre han representado una cuesta arriba en el proceso de la Certificación Participativa. Lo que se requiere es que estos recursos se destinen a darle mayor solidez al sistema, a tener plataformas confiables para intercambiar y compartir información, involucrar a expertos para definir mejores formatos y criterios de evaluación, capacitar al grupo de trabajo, impulsar los gastos básicos de las visitas, etc., de manera que no se tengan que transferir gastos excesivos a los productores para ser certificados. Es decir, que los recursos se destinen a fortalecer el sistema participativo y el trabajo colectivo.
Ciertamente no es una apuesta sencilla, pero aun creemos que vale la pena el esfuerzo por esta forma de dar certidumbre a las personas que nos visitan cada semana en el Tianguis. Mientras contemos con productores y consumidores convencidos de los enormes beneficios de la producción orgánica, podremos seguir impulsando un proyecto basado en el entusiasmo por el trabajo común, y no en el mero cumplimiento de la norma. Tenemos que seguir trabajando en involucrar a todos los actores, haciéndonos conscientes de que unos dependemos de los otros, y de que es esencial responsabilizarnos de los procesos productivos para tener certidumbre del origen de nuestros alimentos.
Cristina Toral
Tianguis Bosque de Agua
Las imágenes de este artículo son de una chinampa recuperada en Xochimilco, bajo manejo agroecologico por parte de Redes A.C.