F. Fernández
A tres horas y media de la CDMX se encuentra la reserva de la biosfera Tehuacán-Cuicatlán, un espacio declarado patrimonio mixto de la humanidad por su riqueza natural y cultural.
El punto por el que debes iniciar es el Jardín Botánico Helia Bravo Hollis (así llamado en honor de la famosa bióloga mexicana), donde te recibirán guías de la localidad de Zapotitlán-Salinas que han crecido en la región y que han visto los beneficios de su paisaje.
El paisaje está compuesto por un valle en el que dos fuerzas naturales compiten por el espacio: la fuerza de la erosión que convierte el suelo en pequeñas barrancas con formas alucinantes, y la fuerza de la vegetación principalmente xerófita, es decir, de cactos erectos de muy diversas formas y tamaños. La primera es color marrón y mira obsesivamente hacia el centro de la tierra y la segunda es verde y levanta su rostro al azul del cielo. Las formas resultantes de esta tensión son un regalo para el visitante.
Por la noche, este imponente paisaje se cubre de un manto oscuro decorado por constelaciones y planetas. Como estamos lejos de las grandes áreas urbanas iluminadas, miles de estrellas son visibles: nosotros pudimos ver a simple vista Marte, Júpiter, Saturno y Venus antes de quedarnos encandilados por la fogata que nos preparó el personal del Jardín Botánico.
Dormimos en una cabaña con seis camas, agua caliente, luz producida por energía solar y silencio absoluto al cerrar los ojos.
Al amanecer, un guía nos condujo a las salinas, pequeños estanques muy someros en donde se vierte agua salada extraída de un pozo que, al evaporarse, deja como residuo la sal, producto principal de la zona desde tiempos prehispánicos.
Con sal, los platos de comida local realzan su sabor. La cocina local nos deslumbró inesperadamente: comimos guisos absolutamente inéditos a base de flores y frutos de toda la inmensa variedad de cactáceas de la zona: tetechas, palmito (que no es el palmito que conocemos en lata), machiche, flor de sábila, tepesquixtle y cacaya. Cada uno con un sabor diferente yendo desde un suave amargo hasta el agridulce. El plato de flores y frutos del desierto puede servirse con carne de res picada y queso de Oaxaca derretido, acompañado de insectos, unos conocidos como los chapulines o el gusano de maguey, y otros más locales como el texca y el cocopache.
Yo pedí tortillitas hechas a mano y salsa verde para taquearme todo aquello, y lo acompañé de una cerveza helada. El restaurante se llama El Ambar. Al final de la comida, como digestivo acepté un licor de garambullo, también preparado ahí, que me funcionó también como postre, sin ser exageradamente dulce.
Usando las cabañas como base, se puede acceder a distintos sitios mediante excursiones guiadas o realizadas por la libre. Además de ver las salinas, se puede visitar San Juan Raya, donde se pueden observar infinidad de fósiles marinos que nos recuerdan que esa región alguna vez estuvo cubierta por el océano. Ahí también se pueden ver huellas preservadas de un dinosaurio que caminó sobre el suelo lodoso a lo largo de un río hace más de 65 millones de años.
Estos hallazgos dieron lugar a la reciente inauguración del Museo de la Evolución, (a media hora de Zapotitlan-Salinas, en Tehuacán, Puebla) obra arquitectónica bien lograda para albergar una colección de piezas que van desde las rocas primigenias y los primeros organismos unicelulares, hasta la megafauna y los humanos que compitieron por el territorio durante siglos.
Informaciones
Para reservar una cabaña en el Jardín Botánico Helia Bravo Hollis en Zapotitlán Salinas, llamar al teléfono: (237) 10 8 09 31
Todas las coordinaciones con los guías se pueden hacer ahí, in situ.
El Restaurante Ambar se encuentra sobre la carretera principal que pasa por Zapotitlán Salinas, sobre mano izquierda si vienes de Tehuacán.
Teléfono: (237) 38 3 68 70
Correo electrónico: restaurante.ambar@hotmail.com